El peligro del reduccionismo🔘
¿Cómo estamos? ¿Cansadas? ¿Ansiosos? ¿Expectantes? ¿Tristes? ¿Nerviosas? Donde sea que estés en este momento, me encantaría invitarte a que tomes lo más cerquita que tengas para anotar y escribas en dos palabras cómo te sientes hoy. El primer paso para empezar a manejar nuestras emociones es reconocer que estamos sintiendo algo. La gran mayoría de las veces no tenemos que "hacer" nada con esa emoción, solo permitirnos sentirla. Sin importar donde estés hoy, te abrazo y acompaño.
El news de hoy es una reflexión sobre cuán peligroso puede ser una mirada reduccionista del mundo (interno y externo):
- 🔘Expreso lo que he tenido en mente sobre este tema
- 🎙️Anuncio el más reciente episodio del podcast DesAprendiendo
- 📣Invito a nuestra próxima sesión en vivo de acompañar
- 📰Comparto la serie recomendada de esta semana
Como siempre, te comparto el acompañamiento musical para esta edición. Y, también te recuerdo que aquí puedes encontrar el playlist oficial de adentro.
Recuerdo vívidamente sentir cómo mis músculos se tensaban al ser testigo de los desacuerdos que generaban las conversaciones sobre política que tenían mis papás y mis tíos en las fiestas familiares cuando era pequeña. Conversaciones que, con frecuencia, se avivaban a medida que iba pasando la noche: con alcohol de por medio, opiniones cada vez más fuertes, y la humana necesidad de sentirse escuchadas y escuchados.
Poco a poco, "hablar de política" se fue transformando en mi imaginario infantil como un área peligrosa. Desde pequeña, veía en las adultas y adultos de mi vida el riesgo que tomaban al entrar ahí: conversaciones acaloradas y perspectivas blanco o negro. Por muchos años de mi vida, "hablar de política" –al representar este peligro de conflicto (E074 del podcast)– se volvió un área que activamente intentaba evitar. Hasta que desaprendí, que desconectarme de la política no solamente representaba un enorme privilegio con el que ya no me sentía cómoda dándomelo, sino que también representaba desconectarme de la vida. Porque así como nos enseñaron las feministas de la segunda ola: lo personal es político –y viceversa.
Pero, poco sabía yo que "hablar de política" se complicaría años después cuando este tipo de conversaciones ocurriesen en el terreno perfecto para perder nuestra capacidad para pensar: las redes sociales.
La forma como interactuamos en el plano digital es algo que suele estar en mi mente, lo he mencionado en algunas ocasiones como aquí o acá –incluso hasta hice una sesión de acompañar completamente dedicada al tema. Me parece crucial escribir sobre la importancia de pensarnos en las formas como interactuamos con la tecnología, precisamente porque creo que las mismas no han sido creadas para invitarnos a pensarnos.
Como siempre que hablo de estos planos digitales, me parece crucial rescatar aquí que mi intención no es demonizar las mismas –creo que sería bastante incongruente de mi parte, tomando en cuenta como una gran parte de mi trabajo es gracias a las mismas. Así como confío y me he beneficiado de los avances tecnológicos de las mismas, noto cada vez con más frecuencia como hablar de temas complejos y profundos en las mismas puede resultar contraproducente. Más peligroso aún, cómo puede fortalecer una mirada reduccionista –no solamente hacia los enmarañados temas que conversamos en esas redes, sino también hacia nuestra propia humanidad y la de las y los demás.
Usualmente siento una tensión cuando entro en redes sociales: tengo el deseo de mantenerme informada y saber qué está ocurriendo, tengo el deseo de compartir lo que pienso, tengo el deseo de ser validada por esa opinión, y tengo una gran resistencia a encontrarme con una opinión diferente a la mía. Y, mientras más entro a redes sociales solo a observar y leer, más me doy cuenta de la ilusión de control que nos dan las mismas: nos dan la ilusión que las relaciones y las conversaciones sin fricción son posibles, cuando en la vida real no son así.
Mirando hacia atrás a esas experiencias de "hablar de política" a las que fui testigo de pequeña, fueron realmente el campo de juego perfecto para ver cómo tener conversaciones con fricción. Ver a mis papás y a mis tíos enfrascarse en conversas de política, y luego abrazarse al despedirse –verlos entrar y salir del conflicto, porque las discusiones tenían un trasfondo relacional de amor y respeto– ese es el círculo completo que, hasta hoy, no entendía por qué era tan importante. El círculo completo que se entorpece hoy en día con las redes sociales y su influencia en nuestra mente y forma de relacionarnos.
Veo, día a día en redes sociales, conversaciones simplistas y reduccionistas sobre temas profundos y complejos. Noto la facilidad de insultar, agredir, violentar y pelear en redes sociales. Noto la tentación de tener que decir algo en redes, y la facilidad de adoptar un pensamiento blanco y negro sobre temas para los que 140 caracteres quizás no son suficientes. Noto lo difícil que es escucharnos –tanto a nosotras mismas como a los demás– y cuán unidimensionales se vuelven las interacciones, incluso hasta perjudicando la importancia del tema que se conversa.
Todo esto que estoy escribiendo no lo estoy haciendo como una observación de otra persona, también lo estoy escribiendo como una reflexión de mi misma. Sé de primera mano lo tentador que puede ser tener algo que decir, la presión que se puede sentir de tener que tener una opinión, y lo difícil que puede ser recordar que al otro lado del ícono de la cuenta con quién estoy en gran desacuerdo, hay una persona de carne y hueso.
Considero que tener una mirada reduccionista –de los temas, las ideas, los acontecer nacionales e internacionales, y las personas– puede ser profundamente peligroso para nuestras mentes. La complejidad, lo multicapa, lo contradictorio, y lo difícil de desenmarañar, también es parte de nuestra naturaleza humana; y, por alguna razón cuando pasamos mucho tiempo en los lares digitales y binarios, se nos olvidan estas características.
Por pura serendipia, me topé con este post de mis amigos de Praxis mientras escribía el news, y creo que nos viene muy útil con la reflexión de hoy. El mundo que conozco siempre ha tenido injusticias, guerras, violencias y maldad. Y, a la vez, el mundo que conozco también ha tenido personas bien intencionadas, amor, cariño, ternura radical, bondad y esperanza. Mi invitación con la reflexión de hoy es intentar proteger nuestra capacidad para pensar para no caer en dinámicas reduccionistas –ni con nuestras mentes, ni con las mentes de otras personas– y así conectarnos con aquellos elementos que reparan y aportan desde lo sano.
Intentemos monitorear cuán amplia o reducida está nuestra capacidad para pensar e intentemos practicar la responsabilidad afectiva al relacionarnos con otras personas en estos terrenos. Así como compartí en el news pasado: ninguna emoción es final. Permitámonos sentir lo que tengamos que sentir, permitámonos pensar lo que tengamos que pensar, y permitámonos recordar y rescatar nuestra compleja naturaleza humana para resistir la urgencia y simpleza con la cual las redes sociales nos quieren llevarnos a relacionarnos entre nosotras y nosotros.
Mi gentil recorderis para el día de hoy:
¿Cómo puedo cuidar mi mente al cuidar mi intestino?
Estoy muy emocionada y agradecida de introducir a mi segunda invitada en el mini-ciclo de episodios colaborativos de esta segunda temporada: la Dra. Ericka Stahl. Junto a ella, reflexiono sobre la conexión entre mente e intestino para entender un poco más cómo los alimentos a los que somos expuestas y expuestos tienen un impacto a nivel neuropsicológico y emocional.
En el epi de esta semana del podcast, te invito a pensar con nosotras sobre:
¿Por qué se dice que el intestino es como el segundo cerebro?
¿Qué alimentos aportan a una mejor función emocional y mental?
¿Qué alimentos entorpecen este proceso?
Si quieres pensar sobre estas preguntas, te invito a que escuches el epi haciendo clic abajo –¡recuerda compartirlo y dejar comentarios si te gusta!
Episodio patrocinado por Restaurante Salva
¡Mil gracias a Salva por el apoyo y patrocinio de este episodio! Es uno de mis restaurantes favoritos en Panamá por su propuesta natural, responsable, sana y deliciosa –¡el zapallo miso es mi favorito, por si les visitas!
Síguelos aquí y conoce más sobre Salva haciendo clic acá.
¿Qué tal tu relación con el control?
Yo sigo desaprendiendo y reaprendiendo cómo relacionarme con el control. Pero, más importante aún, sigo entendiendo cómo se ha ido desarrollando esa relación. ¿Cuáles son sus beneficios? ¿Cuáles son sus riesgos? ¿De qué me protege? ¿Para qué me aferro tanto a ella?
Si quieres un espacio para pensar en todas estas preguntas –con mi guía y acompañamiento– te invito a que te anotes a la sesión en vivo de acompañar, mi club de journaling. Creo que será una sesión muy reflexiva y abarcadora, y espero que te puedas unir para pensar en comunidad sobre este tema tan interesante.
Si quieres conocer más sobre acompañar, haz clic acá. Y si estás lista/o para descubrir eso conmigo, haz clic abajo. ¡Te espero!
Te comparto las recomendaciones de contenido que he estado disfrutado recientemente.
Series
The Buccaneers (Apple TV+)
Yo y mis series inspiradas en el siglo XIX. Hace rato había visto el trailer de esta serie y corrí a apuntarla en mi lista para ver. La misma explora la historia de cinco amigas estadounidenses mientras navegan las diferencias culturales al moverse entre Estados Unidos e Inglaterra. Es una serie dramática adolescente –perfecta para distraerte un poco de lo que pudiera estar pasando en el afuera.
Disponible en Apple TV+.
¿Qué has estado leyendo, escuchando o viendo recientemente que te ha encantado?
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♥️Amorcito que recibe Adentro♥️
Me fui de Panama tras la pandemia y puedo decirte que te llevé conmigo.
Extrañaba tus podcasts.
Es de los pocos Newsletters al que hago un hueco para leer.
-AR
Para escribir en tu journal:
- ¿Qué notas que te pasa en redes sociales?
- ¿Cómo te gustaría sentirte cuando estás interactuando en las mismas?
- ¿Qué imaginas que te permitiría lograrlo?
Y con estos últimos pensamientos me despido por hoy.
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Mariana♥️