Mi historia con el feminismo💜

Mi historia con el feminismo💜
no quiero flores un 8M, quiero respeto a mis derechos; pero, cualquier otro día del año, sería feliz con estas flores de pan (o, ¿panes de flores?) via @celineyrs

Hoy es un día importante y especial.

Es un día para conmemorar, reflexionar, escuchar, desafiar, y resistir –cómo sea que eso se vea para ti.

En el news de hoy te comparto mi historia con el feminismo:

  • 💜Cómo se ha ido creando y transformando
  • 📓Anuncio la sesión de marzo de acompañar
  • 📰Te comparto mis recomendaciones –el día de hoy ambientadas con el tema: el documental que te recomiendo, epis de mi podcast, y el playlist que he estado escuchando toda la semana.

Como siempre, te comparto el acompañamiento musical para esta edición. Y, también te recuerdo que aquí puedes encontrar el playlist oficial de adentro.


No estoy segura cuándo empezó; la noción que vivo en un mundo potencialmente peligroso para mí, por el simple hecho de ser mujer. No sé si fueron las novelas de Televisa donde, desde muy temprana edad, estuve consciente de la violencia contra la mujer. No sé si fue en escuchar las advertencias de mi papá a mi hermano sobre cómo "cuando una mujer dice que no, es no" o "a las mujeres no se les toca ni con el pétalo de una rosa." No sé si fue en presenciar la inquietud de mis papás cuando mis hermanas llegaban tarde de la universidad o del trabajo.

No estoy segura cuándo empezó, pero sé que esa sensación que tengo que cuidarme –porque algo me podría pasar– ha estado presente toda mi vida. Con la inocencia que caracteriza a la infancia, presenciar todas estas experiencias fueron lo suficientemente constantes para ir sembrando semillitas de conciencia y desconfianza hacia el mundo –que luego aprendería que es inherentemente patriarcal. Semillitas que han ido creciendo y enraizándose en mi vida.

"The curious girl" de Vincenzo Erolli (1860-1949)

En mis primeras fiestas bailables –pude haber tenido doce o trece años– aún no crecía esa semillita. Las fiestas eran inocentes, mis amigas con noviecitos eran la minoría, y el asombro de haber pasado de cumpleaños celebrados en pijamadas con mis amiguitas a cumpleaños mixtos era mayor a cualquier preocupación por mi seguridad que pudo haber existido en ese momento. Desafortunadamente, escribo esto con la consciencia de cuán afortunada soy; sé que muchas niñas y adolescentes no tienen ese mismo privilegio de tener una infancia inocente –una infancia como se debe tenerla.

Ya la época de quince años vino con otras condiciones: logísticas con mis amigas de quien nos lleva y quien nos trae de las fiestas, negociaciones de las horas en las que podríamos regresar a casa, y la incorporación de un nuevo personaje a nuestra vida social –el alcohol. ¿Qué dirán de mí si no quiero tomar? ¿Qué pasa si me gusta? ¿Cuántos "tragos" son demasiados? ¿Qué licor me "pega" menos fuerte? ¿Cómo sé cuando ya no debo tomar más? ¿Cómo cuido a mi amiga si se pasó de tragos? ¿Quién me puede cuidar a mí? Eran preguntas que rondaban por mi mente como un vapor que ansiaba salir, pero no sabía en qué dirección sacarlo. Y, así, la semillita empezó a crecer.

El consumo de alcohol entre menores, desafortunadamente, no es atípico y poco común en Panamá. Muy por el contrario, es celebrado y normalizado. Resulta que el cerebro adolescente, vendría yo a aprender años después mientras estudiaba mi licenciatura en psicología, es particularmente susceptible al alcohol. Por su estructura y la naturaleza evolutiva en la que se encuentra, el cerebro adolescente es inmaduro e impulsivo. Las emociones y las hormonas entretejen una barrera en el que se dificulta proteger la capacidad para pensar. Y si a eso le agregamos alcohol –una sustancia que desinhibe y crea una neblina en nuestro estado de conciencia– las cosas se pueden complicar aún más.

Gloria Steinem circa 1975 via HuffPost

Mis amigas me cuidan y yo las cuido a ellas. Nunca dijimos esto en voz alta, pero en mi adolescencia esta frase fue ganando más fuerza. Era implícito buscarnos agua cuando sentíamos que a una ya no se le entendía lo que decía o que se tropezaba al caminar. Era implícito estar pendiente de la que tenía el novio con tendencias abusivas y posesivas –de ese con quien estaba más en el teléfono que con nosotras, incluso en "noche de chicas." Era implícito tener guardado los números de nuestras mamás –por cualquier cosa. Era implícito desarrollar miradas para decirnos la una a la otra "estoy incómoda, sácame de aquí ya."

No sé en qué momento, entre lo implícito y la complicidad, fuimos creando códigos de cuidado las unas entre las otras; códigos de cuidado que trascienden la amistad, y son parte de lo que luego descubrí que tiene un nombre: sororidad.

códigos implícitos de cuidado y sororidad via pinterest

No recuerdo cuándo lo envíe; el primer mensaje que le mandé a mis amigas diciendo "ya llegué a casa". No recuerdo cuándo lo empecé a pedir –"amiga, ¿ya llegaste?". No recuerdo cuándo empecé a decirle a mi amiga "cuídame mi trago" porque algo le podrían echar. No recuerdo cuándo empecé a sacar las llaves de mi casa tan pronto el Uber curbaba la esquina de mi calle, para entrar a mi casa cuanto antes. No recuerdo cuándo empecé a compartir la ubicación en vivo de mis citas con mis amigas –porque una nunca sabe. No recuerdo cuándo empecé a sentir esa tensión en mis músculos al caminar al frente de un sitio de construcción en la calle. No recuerdo cuándo empecé a pensar en la ropa que iba a usar, porque eso es lo primero que preguntan cuando algo pasa, ¿no?

No recuerdo cómo empecé a reconocer ese estrujón en el estómago cuando conocía a un hombre que no me daba buena espina. No recuerdo cuándo empecé a sentirme asqueada que un hombre invadiera mi espacio personal –ya sea porque se sienta con las piernas abiertas alado mío, o porque me interrumpe cuando estoy hablando (para corregirme), o porque tiene la osadía de innecesariamente poner su mano en mi cintura para "poder pasar". No recuerdo cuándo escuché la primera historia de violencia de una mujer. No recuerdo cuándo vi el primer nombre de una mujer desaparecida en el periódico.

No recuerdo cuándo empecé a sentir fastidio al ver cómo las mujeres son las que se tienden a reunir en la cocina a trabajar, mientras los hombres brindan o disfrutan. No recuerdo cuándo empecé a sentir el peso de esa carga invisible que tendemos a imponernos y ser impuestas las mujeres –las listas interminables de supermercado que manejamos, la tendencia a hablar sobre las emociones porque "se nos es más fácil", la carga de ser quienes "organizan" las fiestas de la oficina, o la presión de ser el contacto principal del colegio cuando se le queda la cartulina a uno de los hijos. No recuerdo cuándo empecé a molestarme por la doble y triple jornada laboral que suelen hacer las mujeres, siendo en su mayoría trabajo no remunerado.

Audre Lorde, "las mujeres somos poderosas y peligrosas", via Instagram

Y aunque no recuerde cuándo o cómo empezaron a crecer estas plantitas internas de inconformidad, desconfianza, conciencia, molestia, tristeza y hartazgo, es indudable que ahí están. Se han tomado mi mundo interno y es imposible ver el mundo externo sin ellas presentes. No puedo negarlas y tampoco quiero hacerlo. Recordar mi historia protege el futuro de mis sobrinas y las hijas de mis amigas.

Olvidar es un lujo que una mujer no se puede dar; es un lujo que yo no me puedo dar.

Mi historia con el feminismo es una historia complicada, cambiante y en constante construcción. No empezó conmigo y no termina conmigo, tampoco. La comparto con la esperanza que evoque algún recuerdo en ti: de algo que viviste o que escuchaste a las mujeres alrededor tuyo vivir. Pienso en todas las mujeres que trabajaron y lucharon para que yo esté aquí escribiéndote esto hoy en día. Pienso en todas las mujeres que nos han arrebatado de manera violenta e injusta. Pienso en las mujeres que yo he sido y las mujeres que seré. No me queda más que ofrecer mi profunda gratitud y admiración hacia todas. Ser feminista es un regalo heredado y no pretendo darlo por sentado.

Mi gentil recorderis para el día de hoy:

finalmente💚💜 @_labartola

Te invito a la sesión de marzo de acompañar

En las últimas sesiones de acompañar –donde hemos hablado del burnout, la importancia de las pausas, el sentido de urgencia, entre otros muchos temas más– me he notado resaltando un tema que aparece transversalmente en casi todas (por no decir todas) las áreas de nuestras vidas: la carga invisible de las mujeres.

Cuando hablo de carga invisible, me refiero a esas exigencias, expectativas, presiones, pendientes, tareas y necesidades que se le adjudican a (y nos adjudicamos) las mujeres, porque convencionalmente siempre se ha hecho así. Carga mental, emocional y doméstica que se acumula y, por su naturaleza invisible, queda sin ser reconocida y conversada. ¿Cómo impactan esas cargas y tareas en nuestro mundo interno? ¿En nuestro bienestar? ¿En nuestras relaciones?

Mi intención es explorar cómo aparece la carga invisible en nuestras vidas, cómo nos hace sentir, para así co-descubrir oportunidades para pensar y hablar sobre ella –con la esperanza de reducirla.

Con mi guía y acompañamiento, me encantaría que te animes a actualizar tu membresía para que puedas ser parte de la misma. Tu membresía ($10 al mes o $100 anuales) te garantiza acceso a:

  • nuestra próxima sesión en vivo
  • nuestra videoteca de sesiones (¡ya tenemos 25+!)
  • nuestros playlists especialmente curados para cada sesión
  • nuestra comunidad de journaling
  • descuentos y beneficios de futuros cursos, talleres y workbooks creados por mí

Te comparto las recomendaciones de contenido conmemorando el 8M.

Documentales

Feministas: ¿qué estaban pensando? (2018)

Este documental es una excelente propuesta introductoria para entender el movimiento –en especial la segunda ola de la década de los 60-70 en Estados Unidos. Me encanta porque aparecen entrevistas de Gloria Steinem y Jane Fonda, a quienes hoy en día seguimos teniendo en vida para desaprender y reaprender.

¡Recomendadísimo! Disponible en Netflix.

Epis en DesAprendiendo

Tengo varios epis que he sacado, en especial durante la primera temporada del podcast, que están dedicados a diferentes temas sobre el feminismo. Mi recomendación es que elijas el que más te llama la atención, lo escuches y si te gusta y desaprendiste algo nuevo, lo compartas entre familiares, amigas/os y colegas.

E003 - ¿Son todas las feministas iguales?

E006 ¿Por qué es importante la sororidad?

E022 ¿Qué es la crianza feminista?

E058 ¿Se puede redefinir la masculinidad?

Playlist

Himnos de Sororidad

He estado escuchando este playlist toda la semana para ponerme en ambiente con el 8M, y ha sido maravilloso encontrarme en las letras de estas artistas hispanohablantes. Hay algo culturalmente distinto que se reconoce y nombra en el feminismo en español. Quizás es una idiosincrasia de lucha y dolor que creo que no se vive igual en otras partes del mundo, y que se siente sanador escucharlo en la música.

Escúchalo haciendo clic abajo:

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-NP, en respuesta a la edición anterior "La congruencia se ve de diferentes formas"

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Mariana Plata Rovetto

Mariana Plata Rovetto

Psicoterapeuta y educadora. Con la profunda misión e intención de facilitar el hacer sentido de nuestro mundo interno.
Panama