Los duelos bebés🥺
No puedo empezar este newsletter sin tomarme un momentito para agradecer a todas y todos quienes me etiquetaron en su #SpotifyWrapped de este año. En un año donde decidí ponerle pausa a todo para conectarme conmigo misma, y me regalé un tiempo hermoso de hibernación emocional y digital –significa muchísimo para mí que aún en estos 8 meses que he estado ausente, me hayan seguido escuchando. Realmente no tengo palabras para expresar la gratitud que siento. Sus lindos mensajes de aprecio, agradecimiento y vulnerabilidad, los recibo con un corazón abierto. ¡Gracias!
La semana pasada mis sobrinas y mis hermanos me regalaron una visita breve pero hermosa, donde volví a ver a mis sobrinas después de más de un año de no haberlas visto. Y, por más que fue una visita demasiado especial, eventualmente llegó el momento más difícil: la despedida. Porque si hay algo cierto en esta vida, es lo que ya nos decía el gran Héctor Lavoe: todo tiene su final.
Por supuesto que se me aguaron todos los helados (más de lo que normalmente están aguados) cuando me despedí de ellas, pero el momento que se me apachurró todo el corazón fue ver a mi sobrina Ale sentirlo todo. Lo he mencionado en reiteradas ocasiones antes, pero si hay algo que admiro de ella es su capacidad de ser absolutamente transparente, honesta y congruente con sus emociones. Ella siente algo, y lo expresa de inmediato... ¡es mi modelo a seguir!
Entre lágrimas, me decía:
"No me quiero ir tía, es demasiado difícil decir adiós."
El duelo que Ale estaba viviendo me hizo recordar uno de mis desaprendizajes más grandes de este año: a veces la tristeza que estamos sintiendo, es proporcional a la felicidad que hemos sentido. Quizás no nos dolería tanto decirle adiós a las cosas que hemos vivido, si las cosas no fueran tan buenas y no nos hubiesen brindado tanta felicidad –y eso es hermoso. La tristeza es una emoción completamente esperada al decirle adiós a algo, y también es un hermoso recordatorio de que pudimos crear un "algo" de lo que cuesta despedirnos –lo cual nos ofrece una generosa oportunidad para practicar la gratitud de la existencia de ese "algo".
En su especial de Netflix "La llamada de la valentía", Brené Brown dice que la felicidad es una de las emociones más vulnerables (y difíciles de sentir) que existe. Recuerdo estar súper confundida cuando dijo esto, y admito que hasta pensé que se había equivocado. Pero creo que este año he estado entendiendo poco a poco por qué lo dijo: inclinarse a la felicidad significa elegir el amor, en lugar del miedo –y eso es aterrador. Inclinarse a la felicidad significa luchar por algo que quizás perderemos eventualmente, y experimentar algo que también tiene fecha de caducidad. Inclinarse a la felicidad, intuitivamente, significa inclinarse a la tristeza, porque así como aparece en la película "Inside Out" (Intensamente) –ambas emociones se necesitan.
Este año le he dicho adiós a muchas cosas, y he tenido "duelos bebés" en diversas situaciones (que ahora que lo pienso, de 'bebé' quizás no tiene nada –porque aunque sean pequeños momentos o experiencias, se sienten súper grandes y fuertes en mi mundo interno). Algunos de los "duelos bebés" que he tenido, por ejemplo: decir adiós a este espacio y mis otros espacios digitales; decir adiós a mi vida de estudiante; decir adiós a las maravillosas amistades que hice en ese capítulo de mi vida; decir adiós a una vida fuera de Panamá; decir adiós a una ciudad preciosa con una calidad de vida envidiable; entre muchas otras.
Le comentaba a mi amiga Fabi –una amistad que ha sido un regalito en ese capítulo– en uno de nuestros voicenotes eternos para mantener nuestra amistad vivita, que la despedida de mis sobrinas fue un poco más navegable y manejable de lo que imaginaba. Y esto se lo atribuyo a todos los "duelos bebés" que he ido experimentando este año, pero más importante aún: se lo atribuyo a mi valentía de no huir de esos duelos, sino quedarme con ellos cuánto tiempo sea necesario. Como compartió mi amiga y colega, María Daniela, en el newsletter de Fundación Relaciones Sanas recientemente:
Las emociones son como 'túneles' que debemos atravesar hasta el final para poder culminar el ciclo.
Con las emociones sumamente incómodas, como el duelo o la tristeza o la nostalgia, queremos atravesarlas rápidamente y salir de ellas rápido –por lo menos, yo sí. Pero, si apresuramos esas emociones, también vamos a apresurar la vida y todas las cosas lindas que aún nos quedan por vivir, dejando el ciclo incompleto. Quedarnos en el duelo y con esa emoción un ratito, nos ayuda a quedarnos con las otras emociones, también. Porque cuando no nos apresuramos a salir rápidamente de la tristeza momentánea que ocurre después de un "duelo bebé" , es muy probable que tampoco nos apresuremos a salir rápidamente de la felicidad momentánea y experiencial. Y esto, a su vez, nos enseña a vivir de una manera más intencional y presente, con todo el rango de emociones que eso conlleva –tanto las placenteras, así como las displacenteras.
Cuando hablo de "duelos bebés", estoy hablando de aquellas experiencias de vida a las que le estamos diciendo adiós, y que a veces no nos damos permiso de honrar. Quizás es una relación que estaba empezando, una experiencia de vida, la esperanza de un trabajo, un capítulo de vida, una parte tuya que ya no está, o una parte de alguien más que ya no existe. Sea cual sea tu experiencia, mi intención con esta reflexión es recordarte que los "duelos bebés" –aunque son menos abordados que los duelos más grandes como las pérdidas físicas– también son parte de la vida. No podemos ser selectivas y selectivos con las experiencias de vida ni emociones que nos damos permiso de sentir, porque vivir de manera vulnerable es abrirnos a todas las experiencias humanas y ser lo suficientemente valientes de apoyarnos mutuamente en los altibajos emocionales que son parte del vivir.
La vulnerabilidad es sinónimo de la valentía precisamente por eso: ser vulnerable es abrirnos a elegir el amor, por encima del miedo. Abrirnos a elegir el amor a la vida, a nosotras mismas y nosotros mismos, y el amor a los demás. Y aunque el miedo a veces es un poco más tentador, por el temor a no querer vivir las pérdidas o esos "duelos bebés", es precisamente en esas experiencias y emociones difíciles donde se nos recuerda nuestra humanidad.
Tal y como me lo recordó Jonathan Larson (dramatizado por el incomparable Andrew Garfield) en la peli tick, tick...BOOM!
Cages or wings (jaulas o alas)
Which do you prefer? (¿cuál prefieres?)
Ask the birds (pregúntale a los pájaros)
Fear or love, baby? (¿miedo o amor?)
Don't say the answer (no digas la respuesta)
Actions speak louder than words (las acciones hablan más alto que las palabras)
Mi gentil recorderis para el día de hoy:
Nadie:
Absolutamente nadie:
Mariana:
Ajá, porque soy como soy, hice un post de IG sobre cómo me imagino un "Mundo Interno Wrapped 2021". Puedes darle clic a la imagen para verlo o hacer clic aquí.
También, hice algunas plantillas para que tu hagas tu propio "Mundo Interno Wrapped 2021" en tus IG Stories. A sugerencia de mi querida Rita, te las dejo por acá. ¡Espero que disfrutes mirando hacia adentro!
Cuando la pasión no deja de llamarte
He hecho varios spoilers de esta peli en este newsletter, pero bueno... ya me conoces, así que todo bien. El fin de semana vi la peli tick, tick...BOOM! sobre la vida y obra del autor teatral Jonathan Larson. La película está dirigida por Lin-Manuel Miranda (!!!!) y está basada en la obra de teatro semi-autobiográfica con el mismo nombre, y está ¡wao! Es un homenaje a Broadway, los musicales y un pantallazo al trabajo y esfuerzo artístico que hay detrás de una industria que a muchas y muchos nos trae tanta felicidad.
Para escribir en tu journal:
- ¿Cómo sueles afrontar los "duelos bebés"?
- ¿Sueles elegir el miedo o el amor ante la vida?
- ¿Qué dice esa elección de ti y de tu mundo interno?
Y con estos últimos pensamientos me despido por hoy.
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¡Espero que tengas un lindo fin de semana!
Un abrazo,
Mariana♥️
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