La repostería del mundo interno🧁

La repostería del mundo interno🧁

Esta semana ha sido una montaña rusa emocional para mí, y aquí me encuentro preguntándome si para ti también se ha sentido así. Por un lado, participé en la marcha del #8M en Panamá este martes, lo que me ha dejado con el corazón llenito, sintiendo una energía colectiva de ternura radical feminista casi que toda la semana. Por otro lado, he sentido una ola de creatividad refrescada recientemente, lo que me lleva a pensar que enero y febrero han sido una especie de soft opening al año y haciendo de marzo el "verdadero" inicio del año (lo cual no es sorprendente porque coincide con el inicio de la primavera en la naturaleza). Y también, esta semana, por primera vez desde que inició la guerra en Ucrania, he sentido miedo. Hablándolo con personas a mi alrededor, he notado que muchas y muchos hemos ido navegando estos acontecimientos de una manera distinta. Por mi parte, creo que me he mantenido al margen de todas las noticias, porque es una caja sumamente atemorizante y dolorosa de abrir –y esta semana, me cayó la teja. Y me permití sentir lo que sea que iba llegando.

Esto te lo comparto con dos intenciones: la primera, para abrir un espacio para pensar sobre nuestra pluralidad emocional y cómo, a veces, podemos sentir más de una emoción a la vez (E061 de DesAprendiendo); y, la segunda, para mostrarte cómo todas y todos procesamos eventos colectivos de una manera distinta. No hay una forma buena o mala, correcta o incorrecta, acertada o equivocada de sentir. Una siente lo que está sintiendo y, como dicen en España, ya está. Espero que este fin de semana te puedas dar permiso de sentir, y puedas abrirte a tu naturaleza emocional –con amor, ternura, compasión, no-juicio y aceptación completa.


Haciendo un cambio un poco abrupto y un tanto alejado de lo que te conté en la intro de la edición de Adentro de hoy, te quiero compartir algo acerca de mí que quizás no sepas: no sé cocinar "al ojo".

Mi amiga Fabi siempre se burlaba de mí porque cuando yo quería replicar alguna receta que ella había hecho, le tocaba buscar una receta online mas o menos similar a la suya para enviármela –ella sí sabe cocinar "al ojo" y nunca mide nada. Yo, por el otro lado, necesito medirlo todo. No sé cuánto es una pizca de sal, así que le pongo 1/4 cucharadita; no sé cuánto es 'unas gotitas de aceite', así que le pongo 1/2 cucharada; y, así, me voy buscando en Google o llamando a mi mamá para preguntarle cuánto es la medida de algo que me dice "al ojo". Y está bien que la llame, porque mi dificultad de cocinar "al ojo" nace precisamente de mis primeras experiencias en la cocina con ella.

Mi mamá cocina delicioso, pero lo que mejor le salen son los dulces. Tanto así que hace varios años armó un negocio de repostería (que ya no existe 😢) para vender todo tipo de delicias: brownies, dulces, cupcakes, galletas, etc. Y, cuando yo estaba chiquita, no solo me metió en un curso de repostería sino que yo era su ayudante y le ayudaba a hacer todas estas cosas. Para quienes no saben, la repostería es una ciencia (y un arte) que es exacto. Todo tiene que estar absolutamente medido, y tienes que seguir los pasos al pie de la letra o sino te puede salir algo completamente distinto a la receta que estás horneando. Y así, pronto aprendes que no es lo mismo mantequilla derretida que mantequilla suavizada; no es lo mismo polvo de hornear que bicarbonato de sodio; no es lo mismo batir la mezcla que incorporar a la mezcla; y, así un sin fin de cosas más.

En repostería, el orden de los factores sí altera el producto.

Y aunque mi amor por la repostería es muy probablemente heredado por mi mamá, también es un pasatiempo al que sigo regresando cuando necesito ocupar mis manos. Me fascina hacer el mise en place de todos los ingredientes, prepararme para hornear y, obviamente, escoger el playlist que me va a acompañar. Pensándolo hoy, creo que la estructura de una receta me ayuda a focalizar mi atención en esa tarea –quizás dándole un descanso a mi mente hiperactiva e inquieta, que está en constante trabajo diariamente. Y lo hermoso de la repostería es que la puedo compartir. Rara vez hago dulces para mí, por lo que suelen ser una forma de expresar cariño y amor hacia mis seres queridos. Y, recientemente, me desperté con ganas de honrar estas dos necesidades.

Esta escena de Matilda haciendo pancakes es mi vibe cuando cocino –todo fluye.

Que risa que acabo de escribir lo de "dándole un descanso a mi mente hiperactiva e inquieta" y, en realidad, la edición de hoy nace precisamente de lo que estaba reflexionando durante el proceso de hornear. Ya ni me disculpo porque Uds. saben que esto es #ClassicMariana. Así que, aquí les va.

Una vez que me puse mi delantal para empezar, seguí los pasos de siempre: derretir la mantequilla, medir el azúcar, sacar los huevos para que estén a temperatura ambiente, mezclar los ingredientes líquidos, y cernir los ingredientes secos (harina, polve de hornear, bicarbonato de sodio, etc.) Y este último paso, el de cernir –que para quienes no saben, es la acción de pasar por un colador la harina– me hizo pensar en por qué lo hago. Es un paso que está tan instaurado en mi memoria motora al hornear, que nunca me había cuestionado para qué se hace. Así que, llenando mi celular de harina, busqué en Google el por qué:

Y hay palabras y frases claves que me saltaron a la vista cuando leí esto:

incorporar aire
evitar grumos
aligerar las mezclas

Si ya has estado por aquí antes e imaginas hacia dónde va esta edición, estoy conmovida y asustada de que me conozcas tan bien. Y si estás llena o lleno de curiosidad porque no entiendes qué tiene que ver esto con salud mental o las emociones –déjame y te cuento.

Mientras seguía con la receta de mis barritas de chispas de chocolate, no pude evitar pensar en cómo la acción de cernir también puede aplicar a nuestro mundo interno. No pude evitar pensar en cómo, a través de las distintas prácticas de salud mental que tenemos (sin importar si son lentes de farmacia o lentes de prescripción), seguimos regresando a ellas porque nos permiten cernir nuestra experiencia emocional para: airearla un poco, evitar que se aglutine con otras experiencias emocionales, y aligeren nuestra carga.

Me quedé pensando en cómo el cernir la harina ayuda a que la mezcla sea más ligera, precisamente para que te quede la textura deseada de ese pastel o para que la galleta te quede suavita y chewy (me rehuso a usar la palabra 'masticable' para describir una galleta, que es la traducción que me lanza Google, así que me permitiré usar la palabra en inglés para describirla.) El acto de cernir la harina, aunque breve y pequeño, realmente hace un cambio monumental en la mezcla y en el producto final. Similar a lo que cernir nuestras experiencias puede hacer en el manejo de nuestras emociones.

¿Cómo me imagino que se ve la acción de cernir en nuestro mundo interno?

Cuando empiezo a contestar esta pregunta, empiezo a pensar en las experiencias cotidianas de nuestro día a día que nos movilizan internamente: una llamada que nos saca de base, un correo que hace que se nos cierre el estómago, un intercambio que nos paraliza, o una situación que nos toma por sorpresa. Todas estas experiencias pueden movilizar alguna emoción y tocar una fibra emocional de nuestro mundo interno que, con frecuencia, se puede perder dentro del montón de mini-experiencias diarias a las que somos expuestas y expuestos y son parte de esta aventura de vivir.

Cuando podemos cernir esa experiencia emocional, aunque parezca algo breve y pequeño, le estamos reconociendo y dando la importancia que merece en nuestra existencia. Cuando podemos cernir esa experiencia emocional, estamos abriendo el espacio para aligerarla y así procesarla de una manera más fluida y abierta. Cuando podemos cernir esa experiencia emocional, estamos brindándole a esa experiencia frescura y aire, para tener una nueva perspectiva y mirada hacia ella –quizás más compasiva y con menos juicio. Cuando podemos cernir esa experiencia emocional, estamos evitando que se aglutine con otra mini-experiencia, lo que ayuda a poder discernir y diferenciar las emociones de una manera más sencilla. Cuando podemos cernir esa experiencia emocional, estamos trabajando para que el producto final –nuestra forma de hacer sentido emocional de lo que nos pasa día a día– tenga precisamente la textura que queremos.

Admito que me emocionaba de sobremanera cuando Mary Berry aprobaba el Victoria Sponge Cake de algún participante en The Great British Bake Off. 

Quizás, al cernir nuestra experiencia emocional, estamos dándonos permiso de hacer de nuestras experiencias algo más liviano y ligero. Escribiendo esto, me he acordado de una frase que me dijo mi terapeuta al inicio de la pandemia en el 2020: lo sencillo puede ser un recurso súper poderoso. Darnos permiso de cernir nuestras emociones al hablarlas, procesarlas y escribirlas –aunque se vea como algo sencillo y pequeño– puede hacer la diferencia en la forma en la que vivimos.

Mi intención con la reflexión de hoy es precisamente esa: invitarte a prestar atención a las oportunidades que tienes para cernir tus experiencias emocionales, y tomarte un tiempo para aligerar aquello que se pudiese sentir muy denso en este momento. Y quizás, en ese proceso, asombrarte con las maravillosas "galletitas emocionales" que pueden salir de tu mundo interno –justamente para ser compartida con las y los demás.

Mi gentil recorderis para el día de hoy:

"La vida se vuelve más ligera cuando dejas de verla como una serie de cosas por hacer y empiezas a contemplarla como una serie de momentos por vivir." - @lavidaminimal

Te comparto 2 fotitos por acá:

Las barritas de chocolate chip que hice, la receta es del libro de @whatsgabycookin
Corazón llenito marchando junto a cientos de mujeres que nos queremos ver vivas y libres. En la marcha del #8M en Ciudad de Panamá, 2022. 

West Side Story (2021)

Hice un medio spoiler en mis IG stories de que esto pudiese aparecer en mi newsletter de esta semana. Este fin de semana me vi la versión reimaginada de West Side Story, dirigida por Steven Spielberg y, ¡donde sale Ilda Mason, actriz panameña! Me vi la película con una sensación de orgullo indescriptible. Después de escuchar a Ariana DeBose (Anita) y Rachel Zegler (María) hablar sobre el impacto que tuvo en ellas –como latinas– ver a Rita Moreno hacer de Anita en la película original de 1961, no pude evitar pensar en cuántas niñas panameñas dirán lo mismo después de ver a Ilda. De verdad que siento una felicidad inmensa de ver a mujeres panameñas perseguir sus sueños, me sentí conmovida, inspirada y orgullosa de verla en una película de Steven Spielberg, ¡que locura! La peli me evocó una sensación del Hollywood clásico, tanto que he quedado escuchando musicales casi toda la semana.

¡Recomendadísima! Disponible en Disney+.

♥️Amorcito que recibe Adentro♥️

Gracias por este newsletter, me parece muy especial que hayas compartido esta parte vulnerable de cómo ves los lentes de farmacia de la psicología. Creo que compartir esto es algo valiente y mucho más dejarnos ver cómo re-consideraste esta posición, como algo no absoluto. Fue valiente y humilde, un honor de presenciar.

-Yaiguili D.

Para escribir en tu journal:

  1. Si ciernes tu experiencia emocional hoy, ¿qué emociones encuentras?
  2. ¿Qué forma de "cernir" tus experiencias te funciona?
  3. Nota cómo te sientes cuando practicas el arte de cernir.

Y con estos últimos pensamientos me despido por hoy.

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¡Espero que tengas un lindo fin de semana!

Un abrazo,

Mariana♥️

Mariana Plata Rovetto

Mariana Plata Rovetto

Psicoterapeuta y educadora. Con la profunda misión e intención de facilitar el hacer sentido de nuestro mundo interno.
Panama