Hay más de una forma de sanar🌎

Hay más de una forma de sanar🌎

¿Cómo vamos? Siento que este Diciembre está pasando tan rápido que ni chance estamos teniendo para ir haciendo sentido de este año. Entre los tranques, las fiestas de fin de año y las cosas pendientes, creo que es fácil dejarnos llevar por todo esto y perdernos de la oportunidad de cerrar este capítulo de 2021 de una manera intencional. Espero que te puedas regalar un momentito para honrar dónde estás hoy y trazar lo que ha sido este camino para ti. Y, así, ir llevándote los desaprendizajes y crecimientos de este año desde un lugar más tranqui. Aquí entre nos, creo que lo deseo para ti y para mí, también.


La semana pasada asistí a la décima edición del Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF) –co-organizado por mi amigo Bernardo, el nuevo co-director del festival y de quien me siento infinitamente orgullosa. En el festival, tuve el privilegio de ver las películas 'Plaza Catedral' de Abner Benaím y 'Panquiaco' de mi talentosa amiga, Ana Elena Tejera.

Sin planearlo quizás conscientemente, terminé viendo películas panameñas –con cineastas, lenguaje, historias, narrativas, diálogos, personajes y una visión que habla de nuestra idiosincrasia cultural. Y, aunque ambas películas evocaron emociones complejas y distintas en mí, terminé con una profunda inspiración del talento artístico que existe en mi país y del cual tengo el privilegio de rodearme constantemente por la naturaleza artística de varias/os de mis amigas/os más cercanas/os.

Me fascina tener amigas/os tan talentosas/os y creativas/os de quienes me permito (des)aprender y crecer, porque me retan a ver el mundo de una manera distinta –especialmente el mundo externo, del que a veces me desconecto. Y eso fue lo que precisamente me invitó a hacer Panquiaco: un film que sigue la historia de Cebaldo, un hombre indígena que vive en Portugal y regresa a su pueblo, Guna Yala, para recuperar sus recuerdos –y creo yo, que su sentido de pertenencia.

La historia me conmovió por distintas razones. En primer lugar, la forma en la que contaron la historia y desarrollaron el diálogo, fue muy cercano a la comunidad guna. Ana Elena, así como la productora del film –María Isabel Burnes– nos comentaron cómo la comunidad guió mucho del proceso y la narrativa que nos comunicó la película. Me emocionó escuchar esto, porque el equipo de producción se cuidó de no "colonizar" el espacio ni la historia que contaron –y así como de no perpetuar dinámicas de poder que históricamente han afectado a las comunidades indígenas.

Me recordó mucho a las técnicas y habilidades que desaprendí en un curso que tomé este año sobre intervenciones comunitarias de salud mental que dictó la Universidad de McGill. En el mismo, (des)aprendimos sobre el co-diseño de intervenciones con las comunidades, la co-creación de intervenciones de salud mental desde los pueblos, y la recuperación del conocimiento ancestral y la experiencia vivida como un complemento del conocimiento académico formal que se pueda tener en el tema –o, en el caso de Ana Elena, el conocimiento técnico.

Y, en segundo lugar, me conmovió esta película por la forma en la que visibilizan las técnicas de sanación que han desarrollado las comunidades indígenas. Específicamente, los baños con plantas medicinales que son parte de los tratamientos de curación que ofrecen en la población Guna. Ver en la película el proceso que toma crear estos baños medicinales, el trabajo comunitario que se hace para poder crearlos, y la sabiduría ancestral (de la que he hablado anteriormente aquí) que habita en los espacios comunitarios, me llenó de mucha emoción e inspiración. Y, también me hizo querer aprender un poco más sobre el cuidado de salud mental y bienestar de los pueblos indígenas.

Recuerdo en una de mis clases de Perspectivas Críticas a la Salud Mental Global, estábamos hablando precisamente sobre este tema. Comenté en mi clase que sería buena idea entrenar a personas indígenas para que sean profesionales de salud mental idóneos, y así puedan llevar esos conocimientos a sus comunidades. A lo que mi profesor, tan generoso e incisivo, me contestó:

¿Qué tipo de "conocimientos" creerías que estarían más equipadas/os de llevar? ¿A qué le llamamos "conocimiento"? ¿El conocimiento formal y occidental? ¿Qué pasa con la experiencia vivida y la sabiduría ancestral y comunitaria? ¿Dónde la catalogarías?

Quedé así:

Que atrevida de mi parte asumir que las técnicas de psicoterapia clásica que he aprendido formalmente en universidades privadas a lo largo de mi formación, son LA forma de cuidar la salud mental y el bienestar de las personas. Si bien es cierto, son un componente importante y contamos con vasta evidencia para comprobar su eficacia. Pero, no es la única forma de sanar. Así, Panquiaco me recordó el poder curativo que tienen las comunidades, la sabiduría que está albergada en los pueblos originarios, y el potencial reparador de las relaciones sanas que establecemos con las personas a nuestro alrededor.

Pensé hasta en mi propia psicoterapia que, aunque asisto semanalmente como relojito, una gran parte de mi trabajo interno ocurre en relación con los demás. Ocurre colectivamente, con mi comunidad y con mi red de apoyo. Y, supongo que eso también se conecta un poco con lo que estoy intentando hacer con este newsletter en esta nueva etapa: recuperar el poder curativo de las comunidades, y facilitar ese acompañamiento emocional. Porque creo que como seres humanos estamos viviendo de una manera muy individualista, y confío que abriéndonos a cuidarnos mutuamente nos regresará a un camino de volver a trabajar en conjunto hacia la construcción de comunidades, sociedades y países más sanos.

Mi intención con esta reflexión, es invitarte a recuperar el poder sanador y curativo que tenemos como seres humanos en nuestras relaciones, en nuestras amistades, y en nuestras comunidades. Hay una sabiduría mágica y transformadora a la que podemos tener acceso completo si nos damos permiso de ser vulnerables, empáticas/os, y compasivas/os las/os unas/os con las/os otras/os. Y, la razón por la cual esto funciona, es porque en la medida en la que lo hacemos podemos ir fortaleciendo el sentido de pertenencia y así ir acompañándonos en esta travesía.

Nuestras relaciones y nuestras comunidades nos sanan, y quizás al darnos permiso de conectar con ellas con un corazón completo podemos ir transformándonos en el proceso. Porque la salud mental individual nos permite mirar hacia adentro, pero la salud mental colectiva y comunitaria nos ayuda a mirarnos afuera, por quienes realmente somos. Y no hay un sentido de pertenencia y valor más grande que cuando nos reconocemos por quienes realmente somos, nuestras versiones más auténticas en ese momento. Y, si ambas se combinan –tanto la salud mental individual, como la colectiva– creo que podemos encaminarnos a la creación de un mundo mucho más sano.

Mi gentil recorderis para el día de hoy:

"Lo curioso sobre compartir mi arte (en mi caso, trabajo), es que se siente como compartir un secreto con un/a amigo/a. La vida es más fácil cuando tengo personas ayudándome a cargar las cosas pesadas. Cuando comparto mis historias, se vuelven tuyas, también. Se vuelve lo que tú necesitas para hacer sentido de tu realidad." - @annecarly.mm

Gracias por estar aquí y acompañarme viernes tras viernes en estos desaprendizajes, lo valoro y honro muchísimo.


La ola de la creatividad llegó esta semana en el Día de la Madre e hice este post sobre personajes de series que fueron madres suficientemente buenas:

Puedes verlo haciendo clic aquí y, ¡espero que te guste!


Robots haciendo psicoterapia

Según la página "Will Bots Take My Job" (¿los robots se llevarán mi trabajo? en español), mi trabajo como terapeuta tiene un 2% de probabilidad de ser reemplazado por robots. Pero, quizás sea momento de analizar esto nuevamente.

Recuerdo en mi clase de psicoterapia online, estuvimos analizando la "digitalización" del trabajo de salud mental. Desde las videollamadas, la terapia por mensajería instantánea, hasta los apps de salud mental. Y, cuando llegamos a discutir los "bots" o la inteligencia artificial, se nos "acabó" el tiempo. Mi profesora que también es terapeuta, en broma y en serio nos dijo, "¿será resistencia al tema?" Y, yo creo que sí.

Por eso, me aterré un poquito leyendo este artículo de MIT Review donde hablan sobre nuevos estudios donde se están analizando las palabras que utilizan los terapeutas en consulta para crear inteligencia artificial que pueda trabajar casos clínicos. Yo definitivamente no estoy preparada para esa conversación, pero eso no quiere decir que otras personas no lo estén pensando. Para leer y pensar:


Para escribir en tu journal:

  1. ¿Cómo te permites dejarte sanar por tu comunidad?
  2. ¿Qué otras herramientas usas para mirar hacia adentro?

Y con estos últimos pensamientos me despido por hoy.

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¡Espero que tengas un lindo fin de semana!

Un abrazo,

Mariana♥️

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Mariana Plata Rovetto

Mariana Plata Rovetto

Psicoterapeuta y educadora. Con la profunda misión e intención de facilitar el hacer sentido de nuestro mundo interno.
Panama