Mi historia con las emociones🥹
¿Has escuchado el término "efervescencia colectiva"? La primera vez que leí sobre ella fue en este artículo en el 2021 cuando estudiaba en Edimburgo, y básicamente alude a esa sensación colectiva de goce y alegría que ocurre en un contexto grupal. Entrar en el ritmo y sintonía de lo que está pasando colectivamente y compartir un momento alegre con un grupo de personas. Por pura serendipia, uno de mis mejores amigos estaba haciendo una tesis –justo en ese momento– utilizando ese concepto. En el 2021, en la mitad de la pandemia, los dos hablábamos mucho sobre los limitados espacios de efervescencia colectiva a razón del distanciamiento social. Espacios que, afortunadamente, hoy en día son más comúnes.
Te cuento todo esto –que no tiene nada que ver con el newsletter de hoy– porque este fin de semana tuve un momento muy mindful de efervescencia colectiva. Compartí con un grupo grande de eurofáns la ansiedad, emoción y joie de vivre característica del festival de Eurovisión. Fue hermoso compartir colectivamente todas estas emociones y me hizo sentir mucha gratitud estar sintiendo –en ese preciso momento– las mismas emociones que las personas a mi alrededor. Te lo comparto para invitarte a identificar los momentos de efervescencia colectiva que presencias y experimentas en tu vida, y a tomarte un momentito para reconocer cuán majestuosa es la experiencia de vivir algo emocionante en comunidad.
Como siempre, te comparto el acompañamiento musical para esta edición. Y, también te recuerdo que aquí puedes encontrar el playlist oficial de adentro.
¿Te parece si iniciamos con la reflexión de hoy?
Esta semana he estado hablando bastante sobre mi curso online. O bueno, por lo menos siento yo que bastante. Como es de esperarse, en la carrera de psicología no tenemos clases de marketing digital. Incluso, muchas y muchos hemos crecido pensando que hablar de nuestro trabajo está mal. Con frecuencia, tenemos una vocecita internalizada que nos cuestiona "¿qué idea estamos mandando?" Compartir lo emocionada que me tiene un curso o taller que ofrezco es un hábito que me ha tocado desaprender. Y, aún así, a veces me encuentro con esa incomodidad internalizada.
Esta semana no fue la excepción.
Cada vez más, me estoy abriendo a créermela y a conciliar que estos dos roles pueden coexistir en mí. Tengo permiso a ser una psicóloga apasionada por facilitar espacios para hacer sentido de lo que ocurre en el mundo interno. Tengo permiso a confiar que tengo algo importante y valioso que compartir con el mundo. Tengo permiso a darle un valor a todos mis conocimientos, a todos mis desaprendizajes y reaprendizajes. Tengo permiso a compartir mis regalos para ofrecer una educación emocional compasiva y preventiva a las demás personas. Quizás, sin querer queriendo, esta experiencia me está permitiendo reconciliarme con mi valor profesional y a compartirlo –sin reservas ni dudas.
Pensando sobre cómo se está sintiendo esta experiencia de diseñar y lanzar un curso online sobre las emociones, me ha hecho pensar en mi propia historia con las emociones. Y, porque la congruencia es uno de los valores insignia en mi forma de trabajar, me lancé esta pregunta a mí misma recientemente:
¿Qué me hace idónea para ayudar a otras personas a reconciliarse con sus emociones?
Y en esta edición te quiero contar sobre esto. No sobre mi experiencia académica –esa la puedes encontrar en mi CV o en mi LinkedIn. Sino, mi experiencia de vida. Hoy, te quiero compartir mi propia historia reconciliándome con mis emociones. Historia que, indudablemente, aparece en este curso y ha informado de manera intencional cómo el mismo ha sido diseñado.
Desde chiquita, he sido lo que muchos especialistas definen como una persona con una naturaleza altamente sensible. No soy muy fan de los diagnósticos (mucho menos de los auto-diagnósticos), pero algunos de los rasgos que describen a personas así incluyen:
- alguien que procesa el mundo (y las emociones) de una manera profunda, intensa y sensible
- alguien con una gran sensibilidad y por ende, con tendencia a sentirse abrumada por los estímulos internos y/o externos
- alguien con una gran capacidad de empatía –incluso hasta al punto de sentir "contagio emocional"
Y así, muchos otros rasgos –que no son ni buenos ni malos. Son.
Crecer siendo una persona que siente sus emociones de forma intensa, inmediata y profunda –aunque es algo que puedo reconocer hoy en día como un gran regalo, incluso que me permite hacer el maravilloso trabajo que hago todos los días– no siempre es una experiencia... fácil. Recuerdo, desde muy chiquita, reconocer rápidamente el nudo en la garganta que me indicaba que me iba a poner a llorar y tratar con todas mis fuerzas de suprimirlo para que no me dijeran, una vez más, cuán sensible era. Crecí sintiendo mucho y con poco permiso para sentir. Me conmuevo mientras escribo esto pensando en esa Mariana peque y lo duro que toda esta experiencia pudo haber sido para ella.
A lo largo de mi adolescencia, adopté este mismo hábito: me avergonzaba llorar en público y hacía todo lo que pudiera para evitarlo a cualquier costo. Por supuesto que a lo largo de mi niñez me encontré con personas maravillosas que me extendieron compasión y permiso para sentir, pero estas extensiones de gracia eran esporádicas –no lo suficientemente consistentes o constantes para reaprender ese permiso para sentir. Y, luego entré a la facultad de Psicología.
La directora de la facultad en ese momento, Itzel Sayavedra, fue la primera en recibirme como pichoncito de psicología. A veces me pregunto si ella lo supo desde ese primer día, cómo yo era una persona que solo necesitaba un espacio que me diera permiso a sentir. Su intuición, de las cosas que más admiro en ella, la llevó a recomendarme empezar un proceso de psicoterapia. Y, muerta de miedo, accedí. Me acerqué a la clínica psicológica y pedí cita con quien estuviera disponible.
Con toda la ansiedad del mundo, me presenté en la clínica un lunes a las 5:00 p.m. Me recibió un psicólogo y me llevó a un consultorio. Tomó una hoja de apuntes, me preguntó mi nombre y qué me traía a terapia. Se me quebró la voz hablando sobre mí y, como era de esperarse, se me aguaron los ojos. De los nervios o del alivio de finalmente poder hablar de mi mundo interno, no lo sé, pero la respuesta que recibí de él me destruyó:
"Tú como que eres de llanto fácil, ¿no?"
Jamás había escrito sobre esta historia. La he contado, por supuesto, pero nunca la había escrito. Fue devastador escuchar esto, tanto que me acuerdo del verbatim en su respuesta en algo que pasó hace 15 años. Fue la re-confirmación de todo lo que había creído cierto a lo largo de mi vida: ser "de llanto fácil" es algo que puede recibir juicio y vergüenza.
Todavía hoy mi corazón palpita más rápido recordando esto. Me genera enojo y frustración y me prometí a mi misma jamás hacer sentir a alguien así –promesa que intento honrar todos los días desde ese momento.
Intenté ir un par de sesiones más. Iba una semana, otra cancelaba –y así estuve como por un mes. No contaba con la fortaleza interna en ese momento para decir "no merezco esto, esto me hace sentir incómoda y esto no se siente bien conmigo." Así que mi cuerpo decidió protegerme y tomar esa decisión por mí: un lunes a las 5:00 p.m., cuando en teoría me tocaba ir a una sesión de terapia, tuve mi primer ataque de pánico.
Tuve la fortuna de estar en casa con mi mamá cuando sucedió, entre lágrimas y respiraciones cortas, le decía que sentía que me estaba quedando sin aire. Y mi mamá, siendo lo intuitiva que es, me dijo que dejara de ir a las sesiones. Doy gracias que así fue, porque no sé si en ese momento mi confianza en mí y mi intuición estaban tan fuertes para tomar una decisión como esa yo sola. Hasta el día de hoy, estoy convencida que ese ataque de pánico fue la forma en la que mi cuerpo sacó la incomodidad tan grande que esas sesiones me hicieron sentir.
Desde entonces, he trabajado con dos maravillosas terapeutas a lo largo de mi vida que me han dado todo el espacio y permiso de ser y sentir. He sentido un amor, compresión, cariño, permiso, compasión, gracia, apertura y acompañamiento tan grande por parte de ellas, que he logrado reaprender cómo extenderme esto a mí misma. En ambas experiencias extraordinarias de terapia he aprendido cómo mirar hacia adentro desde un lugar curioso y abierto. Han sido experiencias profundamente reparadoras –en muchos sentidos. Y, una gran parte de mi reconciliación con mis emociones, es gracias a ellas y el espacio que me han ofrecido.
Pero mi historia con las emociones no termina ahí. Ni siquiera siento que ha terminado, para serte honesta.
Tranqui, no me extenderé mucho más.
A lo largo de mis años de adultez, me he rodeado –intencionalmente– de personas que no tienen miedo a sentir sus emociones. Su valentía y vulnerabilidad me inspira, me conmueve y me motiva a hacer lo mismo en mi propia vida. Mis relaciones, hoy en día, me han llevado a asegurar aquello que Brené Brown ha dicho por años: la vulnerabilidad es contagiosa. Porque sí, tener un espacio de psicoterapia ha sido invaluable para desenmarañar mis emociones, pero contar con personas que me muestran cómo se ve darse permiso para sentir –eso es mágico.
Gracias a mis relaciones, he reaprendido a celebrar mis llantos. Tanto así que tengo un álbum con mi hermosa amiga Fabi, que solo cuenta con fotos de nosotras llorando en cafés en Edimburgo –aparentemente se volvió nuestro hobby. Ese álbum almacena recuerdos de lágrimas de tristeza, de gratitud, de risa, de incertidumbre, de enojo –pero lo más reivindicador de todo es que son recuerdos que me permitieron, una lloradita a la vez, cambiar mi narrativa. Hoy, ya no siento que mis lágrimas son algo por lo cual deba avergonzarme. Al contrario, son algo de lo que me enorgullezco: me enorgullece ser una persona que siente.
Y otra gran parte de mi historia reconciliándome con mis emociones es este espacio. Quiero tomarme un momentito para agradecerte por leerme siempre, y particularmente hoy. He pasado por una montaña rusa emocional escribiendo este newsletter y creo que ha sido profundamente sanador –en gran parte, gracias al espacio seguro que tú me ofreces al otro lado de la pantalla.
Mi intención con la reflexión de hoy va por varios lugares. En primer lugar, compartirte mi historia con la esperanza de que te pienses en ella. Todas y todos tenemos una historia con nuestras emociones, y más esperanzador aún: tenemos la posibilidad de editar esa historia. Nunca es demasiado tarde para reconciliarnos con nuestras emociones. Tal y como dice el acompañamiento musical que te compartí hoy:
This is surely true (Esto es particularmente cierto)
It doesn't matter when you bloom (No importa cuándo florezcas)
It matters that you do (Importa que lo hagas)
En segundo lugar, quise contarte mi propia historia con mis emociones para poner en evidencia cómo he vivido en carne propia aquello que precisamente te quiero enseñar en este curso. Sí, mis herramientas académicas son imprescindibles para este curso –y hay mucho de eso: la ciencia detrás de las emociones. Pero adicional a eso, cuento con la experiencia vivida de toditas las paradas que incluye la aventura al mundo interno que ofrezco en mi curso.
Me encantaría acompañarte en esta travesía. Me encantaría acompañarte a darte permiso para sentir y en explorar tus emociones para reconciliarte con ellas. Me encantaría acompañarte porque sé de primera mano la diferencia que eso hace en las relaciones que podemos tener y las vidas que podemos vivir. Me encantaría ser tu guía y facilitadora en una travesía que confío plenamente que nos permite transitar este mundo de forma más sana. Pero más importante aún, me encantaría ser tu guía porque te mereces darte permiso para sentir, y porque te mereces amistarte con tus emociones. Mereces hacer las paces con tu naturaleza emocional, y yo estaría más que encantada de ser tu guía en este proceso. ¡Espero que me lo permitas! Te mando un fuerte abrazo y gracias nuevamente por leerme.
Mi gentil recorderis para el día de hoy:
Si necesitas un epi para seguir pensando y reflexionando sobre el tema:
E061: ¿Se puede sentir más de una emoción a la vez?
Me puse creativa en IG😂
Esta semana les subí un post que tuvo bastante movimiento. ¡Creo que les gustó mucho! Te lo dejo abajo por si aca no lo viste:
¡Tenemos acompañar el próximo sábado!
Entre tanto movimiento del curso no he tenido ni chance de contarte que tenemos sesión de acompañar el próximo sábado. Hablaremos sobre cómo resistirnos al sentido de urgencia: esa forma de vivir rápida y automática con la cual la sociedad nos ha acostumbrado a adoptar. Estoy convencida que una vida más pausada y lenta es importante, y creo que uno de los primeros pasos para lograr eso es desafiar y resistirnos al sentido de urgencia.
Para participar, haz clic aquí para actualizar tu membresía y ser parte. Y... acuérdate que si te inscribes al curso (re)conociendo tienes acceso a un mes gratis de acompañar. So, tienes un 2x1 de contenido muy cool por ahí. ¡Te espero!
La historia de Queen Charlotte
No tengo idea por qué postergué tanto esta serie: ¡wao! Me ha fascinado la propuesta creativa de Shonda Rhimes explorando la biografía de la reina que conocimos en Bridgerton. No es sorprenderte saber que soy súper fanática de las precuelas: nos ofrecen contexto y perspectiva para entender por qué los personajes son como son. Y esta no fue la excepción. Hay una historia muy interesante sobre salud mental por ahí –impresionante el trauma intergeneracional de la monarquía británica alrededor del estigma de salud mental. Adicional a eso, me vuela la cabeza que la música que suena en los bailes son versiones instrumentales de canciones actuales. Tanto así que he estado escuchando el playlist mientras escribía el news de hoy –recomendadísimo para escribir, por cierto.
¡Súper recomendada esta serie! Disponible en Netflix.
♥️Amorcito que recibe Adentro♥️
Gracias Mariana, este correo electrónico me llenó de muchas emociones y sentimientos.
-GP
Para escribir en tu journal:
- ¿Cómo ha sido tu historia con tus emociones?
- ¿La imaginas siendo distinta? ¿Cómo se ve para ti?
- ¿Qué imaginas que una historia distinta con tus emociones te permitirá hacer sentir y vivir?
Y con estos últimos pensamientos me despido por hoy.
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Un abrazo,
Mariana♥️